Hace 7 años que dejé mi vida en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, para ir a explorar el mundo, Decidí tomarme un año OFF, e irme a viajar bien lejos. En mis aventuras, llegué a Tailandia donde bucee por primera vez. Me acuerdo que me sumergí en el océano y pensé: Wow ¿Cómo es que todo esto estaba aquí y nadie me aviso? No podía creer como nunca había escuchado sobre el buceo y la magia que tiene el fondo submarino. Nací lejos del mar y jamás me hablaron mucho del mar en la escuela ni en la universidad. Luego de esa experiencia buceando sentí que el mar me abrazó para siempre y no pude soltarlo nunca más.
El océano se convirtió en mi brújula y decidí destinar todos mis ahorros para aprender a bucear, explorarlo y conocer la mayor cantidad de vida marina posible.
Así fue como encontré un internship en México donde intercambie buceos por trabajo. Fue una experiencia increíble, allí tuve mi primer buceo nocturno, mi primer buceo en cavernas y pude trabajar también como guía de tiburones ballenas. Algo que cambió mi vida y mi forma de entender el mundo. Ya que me di cuenta lo increíble que era este animal marino y lo superior que era la naturaleza. Más exploraba el océano, más me enamoraba de él y no podía terminar de entender cómo es que nosotros los seres humanos con nuestras acciones le estábamos haciendo tanto daño.
Me di cuenta que un gran razón a este problema era la ignorancia del mismo. Y considere que lo mejor que podía hacer, para aportar mi granito de arena al océano que tanto amo, era empezar a comunicarlo. El haber vivido tanto tiempo en la ciudad me dio la posibilidad de entender que la gente no tiene esta posibilidad de tener encuentros con animales submarinos cara a cara como lo hacia yo, y yo estaba segura de que si lo conocieran, o tuviesen una idea de la increíble vida marina que hay debajo de las olas, entonces también se enamorarían de él y como consecuencia querrían protegerlo.
Comunicar el océano en todas las formas posibles se convirtió en mi propósito, y decidí unir mi carrera original de periodista con mi trabajo de dive master, para darle voz al mar, quien no se puede defender por sí mismo.
Luego de México la vida me llevó a Bocas del Toro, Panamá, un archipiélago pequeño, en el medio del caribe con aguas turquesas, corales coloridos, y una increíble comunidad local viviendo alrededor de ella. Fue en este lugar donde me convertí en instructora, grabé mi primer documental para proteger a los tiburones y aprendí mucho de mis amigos locales, quienes saben cosas sobre la naturaleza que no encontré en ningún libro de buceo.
Al vivir tanto tiempo en una comunidad tan chica me hice muchos amigos y me di cuenta que no había ninguna instructora local, de hecho conocer su cultura me permitió darme cuenta que a muchísimas chicas locales no les enseñaron a nadar, y que las actividades en relación con el océano estaban vistas como algo propio del hombre. Vivir en una isla que vive del turismo y está rodeada de agua y no sentirte cómoda con el mar reduce tus opciones laborales, ya que tus posibilidades quedan reducidas principalmente a cocinar y limpiar, especialmente si tampoco sabes inglés, qué es el caso de mucha gente que nació allí.
Me di cuenta que si podía lograr que estas chicas aprendieran a nadar y se sintieran cómodas en el agua, en el futuro podrían ser capitanas, guías de tours, instructoras de buceo, instructores de surf y hasta aprender a pescar y poder alimentar a toda su familia.
Es por eso que junto a la ayuda de otras mujeres que vivían en la isla comenzamos el programa Women Of The Ocean, con el objetivo de empoderarlas a través del océano. Cada sábado teníamos una acción distinta que las relacionaba con el mar junto con una charla ambiental para también generar conciencia.
Empezamos a relacionarlas con el mar de a poco, jugando juegos donde podían hacer pie, luego dándoles una clase stand up paddle, y a medida que estaban más confiadas les enseñamos a remar, surfear y hacer apena. Eran todas muy jóvenes para hacerlo con tanque pero tenía la esperanza de que luego de esto alguna quisiera seguir ampliando su conocimiento.
Así fue como conocí a Nazari, una niña local de la isla carenero que ama el océano igual que yo.
Hace dos años en Women Of The Ocean, habíamos hecho una clase de snorkel y enseguida me di cuenta que amaba bucear. Con 14 años bajaba sin tanque hasta el fondo del mar, sin miedo.
Ella me contó que su abuelo le había enseñado a bucear de pequeña, mientras él pescaba. Ese día que conversamos le dije que quizás, cuando crezca, debería hacerse instructora de buceo y así ser la primera mujer local que enseñe buceo con tanque.
Me fui un año de este lugar mágico para seguir explorando el océano pero hace unas semanas regresé a la isla y la vi a Nazari, quien se acordó de nuestra charla. Apenas me vio me dijo “¡Martina justo estaba pensando en ti!” Y emocionada me comentó que le faltaba un año para terminar la escuela y quería aprender a bucear con el tanque.
Gracias a la ayuda del centro de buceo local Diving Pirates, pude darle su primera clase. Estaba tan feliz y se veía tan confiada que fue un verdadero placer hacerlo. Me contó incluso que su padre le había regalado un libro de buceo y estuvo este año estudiando.
Para mí ser una mujer del océano es elegir un estilo de vida libre, descalza, un cuerpo sano, musculoso y autosuficiente. Es aprender a trabajar con tu cuerpo y la naturaleza. El mar me enseñó a ser una mujer fuerte y segura, y eso es un regalo enorme y algo bastante difícil en una sociedad como la de hoy, que en ocasiones es bastante dura con nosotras. Por eso amo y disfruto transmitir esto
Creo que como buceadores una parte de nuestro trabajo es también contagiar este amor por el mar y comunicarlo en todas sus formas, porque sembrando esta semilla podemos inspirar a otros,y así pueden suceder grandes cambios.